La confianza empresarial depende de marcos regulatorios estables, sistemas judiciales predecibles y una infraestructura logística eficiente.
El informe también revela un dato revelador: las mega inversiones de más de mil millones de dólares, aunque representan apenas 1% del total de proyectos, concentran cerca del 50% del valor total de la inversión anunciada. Estos megadeals transforman la economía global, sobre todo en industrias tecnológicas y de energía. Para Guatemala, el reto está en atraer proyectos medianos que alimenten esas grandes cadenas, convirtiéndose en proveedor confiable y competitivo en servicios industriales, infraestructura y talento.
La oportunidad guatemalteca en industrias del futuro
Los flujos de IED están redefiniendo la capacidad productiva mundial. McKinsey estima que los proyectos anunciados desde 2022 podrían duplicar la capacidad global de centros de datos, aumentar en 60% la de semiconductores y multiplicar por cuatro la de baterías fuera de China. Son cifras que anticipan una revolución industrial guiada por la digitalización y la transición energética.
Durante el primer trimestre de 2025, Guatemala recibió aproximadamente 476 millones de dólares en IED, lo que representa un crecimiento del 17% con respecto al mismo período del año anterior1. Es una gran noticia que impulsa al país para insertarse en esta dinámica a través de tres frentes. El primero es la digitalización de servicios. Los grandes proveedores de nube y de inteligencia artificial están ampliando su infraestructura en América Latina, pero todavía existen pocos hubs en Centroamérica. Incentivar la instalación de centros de datos regionales, aprovechando la estabilidad macroeconómica y la cercanía al mercado estadounidense, sería un paso decisivo.
El segundo frente es la energía. Guatemala puede posicionarse como un actor clave en la transición energética global. Según el informe, la inversión en proyectos de bajo carbono se ha duplicado desde 2019 y las energías renovables representan tres cuartas partes del total de la inversión energética anunciada. La matriz energética guatemalteca ya tiene una alta proporción de generación renovable que pueden ser aprovechados para expandir la capacidad de exportación de energía limpia hacia mercados vecinos. Para atraer inversión en este sector, Guatemala puede enfocarse en desarrollar infraestructura energética moderna, como líneas de transmisión de alta capacidad y sistemas de almacenamiento. La creación de marcos regulatorios claros y predecibles será fundamental para generar confianza entre los inversionistas internacionales.
El tercer frente es la formación de capital humano. Las industrias del futuro exigen perfiles técnicos y digitales avanzados. La IED puede transferir conocimiento, pero solamente si encuentra ecosistemas preparados. En países como Corea o Vietnam, la alianza entre inversión extranjera y educación técnica fue el motor del desarrollo industrial. Guatemala puede replicar ese modelo fortaleciendo su red de formación profesional en robótica, programación, mantenimiento industrial y gestión energética.
Riesgos y condiciones para el futuro
La mala noticia es que muchos anuncios de inversión no siempre se materializan (alrededor de 30%). En regiones con mayor incertidumbre institucional, la tasa es menor. Guatemala enfrenta ese desafío. La confianza empresarial depende de marcos regulatorios estables, sistemas judiciales predecibles y una infraestructura logística eficiente.
A nivel regional, América Latina enfrenta un dilema. Por un lado, cuenta con abundantes recursos naturales y talento joven; por otro, sufre volatilidad política, ineficiencia regulatoria y baja inversión en infraestructura. En los años recientes, el valor anualizado de nuevos anuncios de IED cayó a la mitad del promedio previo a 2020. Recuperar ese dinamismo implica más que incentivos fiscales. Los países que logren vincular la inversión extranjera a políticas industriales sostenibles y cadenas de valor locales serán los que capten los flujos del futuro.
En este punto, Guatemala puede convertirse en un caso ejemplar si orienta su política hacia una IED generadora de capacidades. Integrarse a las cadenas de semiconductores, electromovilidad o software no requiere ser líder mundial, pero sí un actor confiable y complementario. Las zonas francas, los parques tecnológicos y los acuerdos con universidades pueden ser vehículos de atracción si se coordinan bajo una visión de largo plazo.
Si nuestro país logra construir un entorno que combine apertura, estabilidad y visión tecnológica, podrá ser parte de las cadenas productivas que definirán el futuro industrial de América Latina y consolidarse como un puente hacia la prosperidad.
FUENTE: PRENSA LIBRE