Los sistemas de transporte de electricidad juegan un papel fundamental y estratégico en la industria eléctrica de los países. Permiten mover grandes volúmenes de energía desde los centros de producción hasta los centros de consumo. Deben responder al crecimiento de la demanda de energía eléctrica, que a su vez es resultado de mayor actividad económica y del aumento de la población. Por ejemplo, en 1980 la demanda máxima de potencia en el sistema guatemalteco era de unos 220 MW, hoy es del orden de 2,300 MW (en 45 años se multiplicó por 10). El planeamiento de los sistemas eléctricos debe tener una visión de largo plazo (de al menos 20 años) para garantizar un suministro energético continuo, con una calidad y precio adecuados.
El pasado martes 7 de octubre presidí el acto de recepción de ofertas para la tercera fase del Plan de Expansión del Transporte de Electricidad (PET 3). Vino a mi memoria aquella anoche de 1981, posiblemente en julio, cuando en el auditorio de la Cámara Guatemalteca de la Construcción (por aquellos años en la zona 4 de Ciudad de Guatemala), presenté los resultados del primer Estudio Nacional de Planificación de Transporte de Energía Eléctrica. Preparado por el Instituto Nacional de Electrificación (INDE), posibilitó el crecimiento de nuestra red eléctrica y la conexión de muchas centrales y centros de transformación durante tres décadas (1980-2010). Ese plan consideraba, por ejemplo, la construcción de un anillo metropolitano y cuatro subestaciones (la última de ellas fue concluida y energizada hace apenas unos pocos meses) y obras de gran impacto, como la interconexión centro-occidente y las interconexiones binacionales con El Salvador y Honduras. Me acompañaron en esa presentación tres profesionales notables (Raúl Rodríguez Soto, Daniel Brancart y Carlos Quintana, los dos primeros ya fallecidos).
Con la aprobación de la Ley General de Electricidad en 1996, el desarrollo del transporte de electricidad quedó bajo esquemas de licitación, en donde compiten empresas con experiencia en ese tipo de infraestructura. Cada lote de obras es otorgado a la empresa que oferta el menor canon (precio por unidad de energía transportada), y que durante un período de 15 años permitirá la recuperación de las inversiones, además de la obtención de un rendimiento acorde con las utilidades esperadas para este tipo de negocios (en congruencia con las percepciones de riesgo país).
La primera licitación se llevó a cabo en 2009, la segunda en 2015, y esta tercera en 2025. Los licenciamientos social y ambiental, la obtención de los derechos de vía y los permisos de construcción (por las autoridades municipales) han sido las tareas más difíciles para desarrollar esta infraestructura. Por otra parte, fue decisión de las anteriores administraciones que la empresa estatal no participara. Por último, quedamos a la espera de los resultados del evento, que serán evaluados por una junta de expertos, que dictaminará sobre los resultados de las ofertas para cada uno de los cuatro lotes de obras que conforman este PET 3. El desarrollo de la transmisión eléctrica es estratégico para el desarrollo y bienestar de la población. Sin transmisión no hay desarrollo. Sin transmisión no habrá transición energética.
Cortesía Diario de Centro América